Cada año, aproximadamente el 20% de los adultos padecen depresión, lo que supone una carga económica de cientos de miles de millones al año, un coste compartido por los pacientes y el sistema sanitario.
El tratamiento de las enfermedades mentales ha progresado considerablemente en el siglo XXI; sin embargo, los tratamientos actuales, incluidos los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO), los tricíclicos y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), presentan muchos problemas que dificultan la toma de estos medicamentos.
Como su lenta aparición, su escasa eficacia, sus efectos secundarios extremadamente molestos (por ejemplo, mareos, dolores de cabeza, problemas para dormir, dolores de estómago, etc.) y la necesidad de tomar una pastilla cada día.
Además, encontrar la medicación adecuada con la dosis correcta puede ser extremadamente difícil, y después de muchas visitas al psiquiatra, algunas personas que sufren una enfermedad mental pueden no encontrar nunca un tratamiento que les funcione.
Las drogas psicodélicas tienen un amplio potencial terapéutico para tratar la depresión
Recientemente, se ha creado un rumor sobre una nueva clase de terapias para el tratamiento de las enfermedades mentales. Se ha informado de que las drogas psicodélicas tienen un amplio potencial terapéutico, demostrando su eficacia para tratar la depresión, el trastorno de estrés postraumático (TEPT), el trastorno de ansiedad, el trastorno por abuso de sustancias y muchos otros.
Los pueblos indígenas de todo el mundo han utilizado los psicodélicos durante siglos en ceremonias para la curación emocional, física y espiritual. Estas drogas pertenecen a una clase más general de compuestos conocidos como psicopatógenos.
Hay tres categorías de psicoplastógenos: disociativos, como la ketamina; alucinógenos, como la psilocibina, la N, N-dimetiltriptamina (DMT) y la dietilamida del ácido lisérgico (LSD); y entactógenos, como la 3, 4-metilendioximetanfetamina (MDMA).
Los psicoplastógenos promueven enérgicamente la neuroplasticidad estructural y funcional en circuitos clave relevantes para la salud del cerebro y, a diferencia de los fármacos antidepresivos tradicionales, se observa que producen efectos beneficiosos de acción rápida y sostenida tras una sola administración. Una de las teorías más antiguas y conocidas en el campo de la psicología es que el desarrollo de enfermedades neuropsiquiátricas es el resultado de desequilibrios químicos en el cerebro.
Esta creencia se vio respaldada por el descubrimiento de que el agotamiento de los niveles de monoaminas (una clase de neurotransmisores que incluye la serotonina, la dopamina y la epinefrina) en el cerebro puede provocar síntomas depresivos. El hecho de que los compuestos que elevan los niveles de monoaminas (los actuales fármacos de referencia, como los IMAO) parecían aliviar los síntomas de depresión, constituye un apoyo adicional.
Desequilibrio químico y cambios en la neuroplasticidad estructural
Sin embargo, varias pruebas nuevas sugieren que la hipótesis del desequilibrio químico es una simplificación drástica de cómo se manifiestan realmente las enfermedades mentales. La administración crónica de ISRS provoca cambios en la neuroplasticidad estructural que se correlacionan positivamente con sus efectos terapéuticos.
Esto significa que estos fármacos funcionan para tratar la enfermedad mental, como la depresión sólo después de que la administración crónica provoque cambios en la estructura cerebral. Se ha planteado la hipótesis de que la plasticidad inducida desempeña un papel en las acciones de prácticamente todos los tratamientos antidepresivos (antidepresivos tradicionales de acción lenta, estimulación magnética transcraneal, ejercicio, etc.).
Se ha conducido al desarrollo de la hipótesis de la neuroplasticidad, un marco conceptual para entender las enfermedades mentales como trastornos de los circuitos neuronales inducidos por una combinación de factores genéticos y ambientales.
Se ha observado en estudios de imagen que los antidepresivos psicoplastogénicos de nueva generación, como la psilocibina y la ketamina, son capaces de aumentar la activación del CPF tras una única dosis. La amplia utilidad terapéutica de estos fármacos surge probablemente del aumento de la activación del CPF, ya que éste es un centro clave afectado en la mayoría de los trastornos neuropsiquiátricos.
Observaciones finales
En general, el uso de psicodélicos parece ser un tratamiento eficaz para muchos trastornos mentales, como la depresión. Hay que investigar más sobre las versiones no alucinógenas de estas drogas para reducir la carga financiera del tratamiento, aumentar la disposición de los pacientes a recibirlo y garantizar que estos compuestos tengan los mismos efectos duraderos que los tipos alucinógenos originales.
La capacidad de aprovechar los poderes curativos de los psicodélicos inspira nuevas esperanzas a quienes padecen depresión, podría haber una cura que no requiera una píldora diaria.